Rectificar es de sabios
Saber cambiar de camino al reconocer un error es crucial. Admitir nuestros fallos constituye quizás la mejor forma de aprender y mejorar. No es fácil; requiere valentía, cualidad que pocos se atreven a desarrollar. Lo opuesto —permanecer en la equivocación por miedo y orgullo— no es más que ignorancia. Por eso se dice que rectificar es de sabios.
El mejor escribiente echa un borrón. Como en la vida, rectificar al escribir es esencial. Corregir un texto forma parte de un proceso de mejora que nos ayuda a expresar mejor las ideas. Comunicar bien también exige valentía, ya sea para cambiar una palabra, acortar una frase o reestructurar un párrafo.
Escribir es hoy más fácil que nunca
¿Vino antes el borrador que el lápiz? Lo cierto es que miles de años antes del descubrimiento de la primera cantera de grafito de Reino Unido (Borrowdale, 1564), la civilización olmeca ya sabía producir goma a partir de látex natural que extraían del árbol del caucho.
En la era de la máquina de escribir, mover un párrafo suponía mecanografiar de nuevo la hoja entera. Hoy, en cambio, sabemos escribir a toda velocidad sobre pantallas sin siquiera tener que pulsar las teclas. Basta con garabatear sobre las letras y el algoritmo del móvil se ocupa del resto. Es más: pone incluso las tildes. (Sí: a menudo pone mal las diacríticas... pero esa es otra guerra).
A propósito de las máquinas de escribir, ¿sabías que el típex original consistía en unas hojitas impregnadas de polvo blanco que servían para corregir errores mecanográficos? ¡La empresa Tipp-Ex no inventó el típex líquido y la cinta correctora hasta mucho después!
Pero sigamos a lo nuestro. ¿Cómo se escribia antaño? ¿De dónde viene la expresión borrar algo de un plumazo? ¿Acaso se puede borrar una palabra, o incluso una frase, simplemente tachándola con la pluma? ¡Por supuesto que no! El acto de emborronar y tachar el papel derivó en la expresión de otra idea que aún hoy utilizamos: pasar algo a limpio.
Pues bien, las cosas han cambiado. Tras una década de investigación, PaperMate presentaba en 1979 el bolígrafo borrable Replay. Hoy escribir es más fácil que nunca, ya sea a mano, ya con la ayuda de la tecnología. ¿Cuántas veces a lo largo de un día presionas la tecla de retroceso? ¡Ah, bendita tecla! ¡Cuántos borrones evita en nuestros documentos! ¿Verdad?
Borrón y cuenta nueva
Para terminar, vamos a recordar brevemente cómo han evolucionado las técnicas para borrar, rectificar y corregir fallos de escritura. En clase, por ejemplo, las pizarras digitales han dejado obsoletos al borrador de fieltro. En los folios, por su parte, ya no hay que recurrir a las gomas de borrar abrasivas para eliminar tinta, pues el trazo de un bolígrafo de tinta química como el Pilot Frixion se desvanece térmicamente por fricción.
Para acabar, ¿sabías que la expresión error garrafal nada tiene que ver con las garrafas? El garrofal es el fruto del cerezo de peor calidad y de mayor tamaño que la cereza o la guinda. Por su tamaño no da lugar a confusión; así que, si coges garrofales en vez de guindas, ¡cometes un error garrafal!